Siesta

El sol es fuerte durante las primeras horas de la tarde y pronuncia las sombras como en ningún otro momento del día. Los bordes son netos y los colores brillan hasta encandilar. Las formas filosas de la siesta parecen dibujadas como en un comic y su determinación contrasta con la percepción del tiempo ralentado para aquellxs que no dormimos. El mundo queda en pausa cuando se cierran las cortinas y se echa insecticida. Como un paréntesis puesto en medio del día, se produce una clausura de la vida que aloja otros descubrimientos y escenas paralelas. Por eso el juego, el sexo, la literatura y la pintura tienen tanto que ver con pasar el tiempo y con el sin sentido que nos rodea. El efecto amnésico de las tardes de calor es perfecto para la fantasía.

La serie de pinturas que Laura Spivak presenta en Siesta, su nueva exposición individual en Tokonoma, comenzó antes de la pandemia pero no puedo dejar de sentir que algo se pronunció desde entonces. Tal vez el encierro, la espera y la imposibilidad de irnos a ninguna parte agudizó la mirada inmediata sobre lo cotidiano y provocó el hueco para experimentar otro tipo de goce, tal vez más calmo, íntimo y menos exhibicionista como sucedía con los personajes de sus series más icónicas que mostraban su desnudez, erotismo y gracia.

Las pinturas actuales -tan bellas, precisas y solitarias-, recuerdan a las selvas que presentó en la Galería Braga Menéndez en 2010, en las cuales camufló a sus figuras humanas hasta volverlas trama e integrarlos con el fondo. La creciente abstracción de sus composiciones alojó de modo más explícito aspectos formales de la pintura como el contraste lumínico y la estructura del color. Recuerdo que en aquel momento me pareció un poco ingrato el exilio de sus personajes, pero luego entendí que se trataba del paso necesario para concentrarse en nuevos problemas ligados al lenguaje pictórico.

Sus siluetas reaparecieron en 2019 en su muestra Lo de Laura en Elsi del Rio, transformadas en pinturas de gran formato basadas en fotografías tomadas durante las vacaciones de verano. No es causal la referencia porque Laura nació en Mar del Plata, una ciudad habituada a los ritmos acelerados y los contrastes entre la temporada alta y baja. La ciudad se enloquecía en verano y luego languidecía durante el resto del año, por eso sus pinturas conservan el vértigo oscilante entre la plena ocupación y el letargo invernal.

En los últimos años Laura cambió Mar del Plata por Dufaur, un pueblo cercano al cual la une recuerdos de infancia y una red familiar. Algunas de las imágenes que aparecen en Siesta son de ahí, y también podrían ser de cualquier lado porque expresan la acción de mirar infinitas veces el mismo objeto hasta pintarlo de memoria o volverlo un delirio de pura reinvención narcótica. Cuando las vi por primera vez me pareció que compartían una misma atmósfera cromática con las pinturas setentosas de Pablo Suárez, Renzi, Giuffré, Mildred Burton o Diana Dowek; del momento en que estxs artistxs volvieron a pintar para no enloquecer. Es claro que las escenas de Laura no tienen la carga traumática de un pasado de violencia política, pero sí comparten el intento por transformar el tour de la mirada alienada por el espacio doméstico en una subjetividad animista. Los objetos que enfoca Laura en un close up furioso, se personalizan tanto como flotan en una indeterminación genérica. Me gusta ese estado de limbo porque conserva el efecto de vida loopeada y de tiempo puesto en suspenso: cuarentena y siesta son primas hermanas. Son “pinturas de tiempo” efecto de la convicción en la capacidad de enaltecer la vida de las cosas, imaginando incluso posibles metamorfosis, como lo hizo Yoko Ono en Pomelo, su publicación de 1964, donde incluyó una serie de instrucciones compuestas por mensajes simples y poéticos que invitaban a los espectadores a realizar determinadas acciones. Imaginar es también una acción de transformación: “Mirar el sol hasta que se ponga cuadrado” es un llamado a repoetizar el mundo.

“Hacer una pintura en que el color aparezca sólo bajo cierta luz y ciertos momentos del día. Hacer que el momento sea muy corto” apuntó Yoko en el verano de 1961. Laura Spivak hizo lo suyo para reapropiarse del espacio de siempre. Estoy segura que después de esta serie de pinturas el espacio ya es otro.

Jimena Ferreiro, 2021.