Estar a gusto
A medida que se va retirando el invierno, algunas partes del cuerpo vuelven a tomar contacto con el mundo exterior. Es un proceso paulatino que se da a lo largo de algunos meses y encuentra su momento culminante cuando llega el día en el que por primera vez se vuelve a pisar el pasto con los pies descalzos. O las baldosas tibias de la terraza, o la arena.
Volver a andar descalzos significa también ventanas abiertas, noches cálidas, siestas, patios, olor a tabletas para los mosquitos o espiral, entre otras cosas que cada quien evocará de acuerdo a sus preferencias y recuerdos. Liberar los pies significa estar a un paso de tirarse al sol y de empezar a sentir, a través del calorcito que se expande desde el dedo gordo hacia el resto del cuerpo, que las cosas no son tan complicadas como a veces parecen. Es ir entrando de a poco en un “estado alfa”.
Dicen que el estado alfa es “estar a gusto”, en paz y felicidad interior, en relajación profunda. Un estado ideal que me interesa identificar y retratar, y que suelo encontrarlo en momentos casuales y de poca relevancia, en los que la vida transcurre tranquila y conectada con un presente de placidez. Placidez que asocio al calor, y que de ninguna manera puede alcanzarse con los zapatos puestos.
Caminar descalzos sobre la textura cálida y mullida de la lana es también una manera de acercarse a ese estado. Hundir los pies en la alfombra es una invitación al disfrute. A sentirse como en casa, en un entorno cálido y amigable. Y eso es, en definitiva, lo que busco en mi obra, que sea amistosa, compartida y recibida con confianza. Quiero destacar la importancia de sentirse a gusto, y de esta forma, re-significar la idea de “lo importante”, generalmente vinculada a sucesos especiales o extraordinarios.
En Estar a gusto presento dos alfombras de gran formato que fueron tejidas en un telar artesanal de la fábrica de alfombras El Espartano. Las obras fueron realizadas especialmente para las Salitas de Osde.
Laura Spivak, Buenos Aires, 2013.