Enanos de Jardín

Históricamente la conquista es asociada a la apropiación, a la suma y acumulación de territorios, conocimiento, adeptos. Pero, cuando de conquistar espacios internos se trata, muchas veces una conquista se traduce en renuncias y abandonos. La conquista a veces es quedarse con menos. Despejar lo prescindible para encontrar lo simple que habita detrás. Hace un tiempo que en la obra de Laura Spivak no vemos más epígrafes. El texto desapareció y con él la dimensión provocativa de sus pinturas. Ese humor instantáneo que dirigía la lectura de sus imágenes dio lugar a una atmósfera placentera donde ya no hay nada que entender, solo presenciar. La gracia anterior se tradujo en placer.

Si con sus abordajes sobre el erotismo y la sexualidad uno podía sospechar un discurso sobre el placer, con esta instalación estamos más cerca de vivir esa experiencia.

Porque la obra retrocede unos escalones en la pirámide del lenguaje visual y se acerca a los niveles de percepción más básicos: el volumen y el movimiento. Elige entonces un campo de percepción más directo, menos intelectual que se conecta a mayor velocidad con nuestra emoción. Avanza un paso más hacia nosotros o mejor: nos invita a adentrarnos en aquel jardín que hasta ahora veíamos a través de una ventana y a probar cómo se siente aquello que antes era relato. Entonces ya no sentimos la ropa. Leemos con la piel.

A veces adivinar cuál es el estado de ánimo que atraviesa a las obras es todo un desafío. ¿Puede el artista decidirlo? ¿Es lo que él mismo siente mientras trabaja?

Imagino a Laura en el jardín de su casa con la radio a.m. escupiendo su mantra dominguero y su perra tendida al sol mientras ella termina la segunda ceja del enano.

Por momentos la radio pierde señal y se hace el silencio. Entonces se puede escuchar el viento marino que se mezcla con  los sueños del canino y arriesga: “la vida es mucho más importante que el arte”.

Et Basualdo, Buenos Aires, 2007.