Ciudadano, ¿naces o te haces?

Ana Mosquera, Benazir Basauri, Carolina Estrada, Claudia La Hoz, Geraldine Neciosup, Héctor Delgado, Marcos Temoche, María Laso, Miguel Matute y Randy Alva.

Curadora: Laura Spivak

Centro Cultural PUCP, Lima, Perú

2018

Pasaporte para un artista no es solo un concurso de artes visuales, es también una instancia de encuentro y de diálogo. Un espacio para abrir procesos de trabajo y ponerlos en discusión, ensayar discursos posibles, problematizar el hacer. Este año la temática giró en torno a la pregunta “Ciudadano, ¿naces o te haces?, por lo que esta fue el punto de partida para pensar el presente e imaginar el futuro, para conocer, entender, señalar y actuar.

Durante varias jornadas en el mes de mayo, conversamos sobre obras y proyectos artísticos con los diez artistas seleccionados para la edición de este año del concurso: Ana, Benazir, Carolina, Claudia, Geraldine, Héctor, Marcos, María, Miguel y Randy. En estos diálogos, hablamos de violencia, de agrupaciones vecinales, de emprendimientos comunitarios, de Internet y las redes sociales, de economía informal, de barrios, ciudades y caminos, del Estado y de su ausencia, de la política, los políticos y la mentira, de los afectos, de tomar el espacio público y de hacer público lo privado.

De esta manera, cada artista presentó generosamente su trabajo al grupo. Cada una de estas presentaciones permitió entablar un diálogo tanto sobre sucesos cotidianos que ocurren en sus contextos más próximos, como sobre los grandes temas universales que aquejan a las sociedades contemporáneas. Las conversaciones que se dieron en aquellos encuentros, y que luego siguieron durante varios meses de manera virtual, no fueron tan solo charlas entre artistas hablando de arte, sino que fueron conversaciones entre ciudadanos, mejor dicho, entre ciudadanos artistas hablando de arte y de ciudadanía.

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Ana explora el universo digital a partir de Grindr, una red social en la que, según ella misma lo explica, los usuarios -principalmente hombres- entablan relaciones de amistad o pareja con otros hombres en función de su proximidad. A partir de la localización de estos usuarios, Ana se dedica a cartografiar el espacio digital. Porque un lugar digital es un lugar geográfico y cada usuario es un punto en el espacio que puede ser representado en un mapa. De esta forma, la artista cartografía una comunidad digital y observa la información que arroja sobre diferentes dinámicas urbanas que pueden advertirse o interpretarse a partir de los nombres, comentarios, etc.

El mayor interés de Benazir se encuentra en las redes sociales. Las experimenta diaria, personal y activamente, son la principal plataforma de exhibición de su trabajo, además de su objeto de estudio. Benazir reflexiona sobre los nuevos modos de consumir imágenes y de consumir arte, sobre los vínculos interpersonales, sobre la amistad, sobre la soledad y sobre la intimidad como contenido público. Su lenguaje es el del collage digital, los GIF’s, los hashtags, los smojis, la economía de caracteres.

El trabajo de Carolina comenzó cuando ella se detuvo a observar Pasamayito, una carretera informal que une los distritos de Comas y San Juan de Lurigancho, que surgió por la necesidad de los propios ciudadanos para –más allá de los riesgos– acortar tiempos y distancias. A partir de estas observaciones y de la manipulación de material de archivo que fue encontrando a lo largo de su investigación, Carolina comenzó a tejer planos cargados de sentido, de subjetividades, aportando una mirada sensible a la construcción de territorios y urbanidades. De esta manera, un plano se muestra no solo como una fuente de información pura y dura, sino que también puede expresar dinámicas y desplazamientos sobre los que Carolina reflexiona poéticamente.

Claudia canta sobre la violencia a través de sus bellas composiciones. Las letras las aportan hombres que han enviado mensajes violentos a sus parejas. Ellas los comparten y Claudia los canta, los exorciza, los hace públicos. Posiblemente haya sido la propia historia de vida de Claudia la que la llevó a realizar su obra. Pero esta historia no le pertenece de manera exclusiva, sino que es representativa de muchas mujeres, de muchos hombres, de toda una sociedad. Porque si hay algo que ella quiere dejar claro es que lo privado también puede ser un tema público y, por ende, adquirir dimensiones políticas.

Revisando viejas fotos familiares, Geraldine observa que detrás de cada mesa de cumpleaños, de cada fiesta familiar, hay cajas, bolsas, bultos que contienen la mercadería que su familia –incluyendo las mujeres– salía a vender por las calles de Lima. Es a ellas a quienes elige hacerles un homenaje: a su tenacidad, a su fortaleza. Por ello, decide visitarlas, escuchar sus historias y fotografiarlas en sus puestos de trabajo, para luego retratarlas en cemento y construir un piso firme y resistente como ellas mismas y como las calles y veredas que transitan cada día.

Al observar el presente, Héctor vislumbra el futuro. ‘Poder’, ‘corrupción’, ‘dinero’, ‘guerra’, ‘iglesia’, ‘gobierno’, ‘falsedad’, ‘soledad’, ‘hipocresía’, ‘política’, ‘progreso’, ‘contaminación’ e ‘indiferencia’ son algunas de las palabras que –juntas– presagian lo que podría estar por venir. Sin embargo, entre tanta oscuridad, se desliza la única opción de subsistencia: despertarse, agruparse, organizarse. La Horda Primate es la expresión de todas aquellas agrupaciones y colectivos que trabajan desde la auto-gestión, el deseo y la convicción de que es posible torcer el rumbo de aquello que parece ya escrito.

Las calles de Lima son, por excelencia, espacio de operaciones y fuente de inspiración para Marcos. Lo que no es tan fácil de establecer en su trabajo es si Marcos se apropia del espacio público en sus videos o si es el mismo espacio público el que se apropia de la obra de Marcos. Dicho de una forma o de la otra, lo importante está en el particular encuentro que se da entre ambos, ya que es esta fusión la que le permite crear múltiples realidades. En esta exposición, presenta su video cual monumento sobre un pedestal.  De esta manera, abre un nuevo campo de relaciones y significados.

Como tantos otros, María dejó la ciudad donde nació y se formó para buscar nuevas oportunidades. Esta experiencia –pasada y presente– seguramente determinó muchos aspectos de su vida, entre ellos su obra. Quizás por eso, María opta por hablar sobre los migrantes a partir de la figura alegórica del “Niño de la espina”. A través de este niño, también llamando Manuelito, María refiere al sacrificio del migrante y a su tenacidad, a sus expectativas y desilusiones, a los obstáculos que se le presentan –o que él mismo se impone– y tiene que sortear para seguir su camino, porque en definitiva de eso se trata, de seguir.

Miguel repasa la historia política y partidaria del Perú, y al hacerlo advierte que en realidad lo que está repasando es la historia de su corrupción.  Entonces, se dedica a recopilar los logotipos de los diferentes partidos políticos para luego ilustrar huacos –botellas de asa de estribo– que él mismo ha realizado. Cual piezas encontradas en emplazamientos precolombinos los dispone y exhibe cronológicamente ordenados. De esta forma, Miguel busca echar luz sobre el legado de corrupción que cada fuerza partidaria le deja a la siguiente cuando le toca dirigir el gobierno nacional.

Randy recuerda un encuentro entre primos –los de su padre– en Viñac. Conversaron sentados alrededor de una mesa y, entre muchas cosas, compartieron ideas para activar al pueblo y preservar su identidad. A partir de ello, Randy investigó y descubrió que hay más personas oriundas de Viñac con las mismas intenciones y que muchas de ellas se agrupan en una organización con sede en Lima llamada –justamente– los “Hijos de Viñac”. Por eso, decide acompañarlos, conversar con ellos, registrar los festejos del tradicional Corpus Cristi y organizar, junto con la Municipalidad distrital de Viñac, el “Concurso para la creación del escudo y bandera del distrito de Viñac, Yauyos”.

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Pasó un tiempo desde nuestro primer encuentro en Lima. Fueron meses de un intenso intercambio y aprendizaje, canalizados a través de un fluido diálogo por correo electrónico. Así fue como aquellas conversaciones y proyectos iniciales fueron tomando forma y materializándose –gracias al sostenido trabajo de los artistas– en el conjunto de obras que hoy se presentan en la galería del Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Si bien cada obra propone una narrativa propia y expresa un punto de vista personal, todas ellas son parte de un relato colectivo, porque ser ciudadano es mucho más que formar parte de un Estado, tener un documento que lo acredite, poseer –supuestamente– derechos y deberes, conocer las leyes y cumplirlas –o no–. Se es ciudadano –y artista- en la convivencia, en el encuentro. Porque uno se realiza entre los otros, frente a los otros, junto a los otros. Y se construye compartiendo. Compartiendo –incluso en el disentimiento- ideas y acciones.

Laura Spivak, 2018